Son los instantes en los que se cree que el frío comenzará a extinguirse, en los que se observa desde los poros el poder del sol que se ha hecho presente durante todo el día,
ese mismo que, cuando comienza a descender, arrastra con su partida los vientos más gélidos de todos los tiempos, y no sabes en dónde esconder la nariz.
Son esos instantes especialmente necesarios para interrumpir la absurda sonrisa constante, acabar con el culto a lo infinito, enderezar los labios y recordar qué era lo que se sentía con esos vientos.
Son estos instantes en los que siento a los números como los grandes containers que se ven en el puerto sobre mí, flotando torpemente, vacilando en los pequeños fragmentos de pa-sos que me conducen hacia algún o ningún lugar, y todo perfectamente.
son estos instantes para tragar una enorme bocanada de aire y dejarse caer sobre la arena (porque tiene que ser en la arena, sino no tendría sentido, pues no sería viernes o miércoles o lunes) y repetir lo del viento-
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